Un profesor sociólogo de la universidad de Wageningen, en los Países Bajos, Neils Röling, me decía que un ser racional es aquel que interviene en el medio ambiente conociendo cómo funciona y reconociendo cuáles son sus capacidades para intervenirlo. De acuerdo con esa definición, la mayoría de los seres humanos somos irracionales desde el momento que hemos intervenido los ecosistemas sin medir las consecuencias. Pretendemos que un simple estudio de impacto ambiental contratado a una consultora sea capaz de medir los impactos a largo plazo de gigantescas intervenciones en el medio sin considerar los impactos acumulados no solo del proyecto a ser ejecutado, si no de la futura interacción que tendrá con otros miles de intervenciones que se realizarán en el mismo territorio.
Lo más complejo hoy en día para la humanidad ya no es solo decidir si se va ejecutar un megaproyecto, si no cómo hacer otros megaproyectos para corregir los impactos no deseados originados por las primeras grandes intervenciones y que no fueron debidamente calculados. No me imagino que Hernán Cortez hiciera un estudio de impacto ambiental al establecerse en el valle de México. Si lo hubiera hecho como corresponde, hubiera puesto límites a la expansión urbana que hoy supera los 20 millones de habitantes. Hoy el DF de México ejecuta proyectos gigantescos para importar agua de todas las cuencas vecinas y elevarla más de un kilómetro para abastecer a una ciudad que no cesa de crecer. Tiene además el problema de evacuar el agua desde una cuenca cerrada para lo cual ha tenido que recurrir a construir en forma sucesiva obras de drenaje cada vez más grandes, dignas de la serie de mega estructuras.
Hace unos años atrás, en 1989, tuvimos la oportunidad de realizar un viaje de estudios a Tashkent, en Uzbeskistan , cerca del mar de Aral o mejor dicho de lo que iba quedando del mar de Aral. Los organizadores locales del viaje no nos quisieron llevar a ver la zona. El motivo era que había muchas tormentas de arena y tierra ya secas del mar que tenían demasiados contaminantes producto del aporte de pesticidas y químicos traídos por los drenajes de las tierras puestas bajo riego. De hecho, en el mercado las vendedoras nos recomendaron no comer lo melones que vendían porque estaban contaminados… Se regaban cinco millones de hectáreas en cooperativas de 5.000 hectáreas, otorgando 500 hectáreas a las de las cooperativas y las otras 4.500 para cultivar algodón que era llevado a la capital de la URSS.
Hoy en día el mar esta literalmente seco y se han vuelto a revivir los antiguos proyectos de los rusos para desviar aguas de ríos que van al océano ártico, al mar. Se plantea trasvasar agua del rio Od y el del rio Volga, construyendo un canal de 800 Km. de largo, 200 metros de ancho y 16 metros de profundidad, a un costo de US$8 mil millones. Otro proyecto pretende unir por canales el mar Negro con el mar Caspio, y éste último con el mar de Aral (Aral Sea Refill:Seawater Importation Macroproject, Richard Brook Cathcart). Es decir, ejecutar nuevos mega proyectos para corregir los efectos no deseados de otro megaproyecto. Esta situación se repite en Estados Unidos, que está buscando fórmulas para recargar el acuífero de Ogalalla o compensar los déficit de agua de la cuenca del Colorado (que abastece a mas de seis grandes centros urbanos con déficit de agua ubicados por redes de canales gigantescos), mirando hacia las aguas disponibles en ríos y lagos de Canadá.
Es evidente que estos megaproyectos no nacen de la casualidad sino de la demanda efectiva generada por el crecimiento de la población y de las actividades productivas que son las que comandan las acciones sobre el agua. Las ideas para proponer estos megaproyectos provienen de la mente de ingenieros y de algunos creadores…pero responden a demandas que son generados por otras personas, que son las que no ponen un límite a la expansión urbana, a los que no asignan recursos financieros para el uso eficiente del agua disponible, que no aplican medidas para el ordenamiento territorial, para el crecimiento descentralizado y equilibrado de la población dentro de un país. Cada uno de esos mega proyectos ha sido generado mayormente por demandas fuera de la zona donde se ejecuta, para alimentar el crecimiento urbano ubicado a miles de kilómetros de distancia.En Chile, se mira igualmente al sur no solo para generar energía, si no para estudiar la posibilidad de traer agua desde el sur ,sea por ductos bajo el mar, sea mediante arrastre de iceberg o bolsas gigantes que permitan arrastrarlas llenas de agua de los bloques de hielo desprendidos de los glaciares.
Los países que aún pueden hacerlo deben de una vez por todas asumir que la dependencia a macro proyectos para servir a ciudades ubicadas a grandes distancias no es saludable. En Estados Unidos tienen que sumar a sus preocupaciones de tener que afrontar el fin de la vida útil de muchas de sus obras hidráulicas y ello implica tener que invertir miles de millones. ¿Se imaginan reconstruir cientos y miles de represas que llegaron al final de su vida útil y que no se sabe hasta cuándo puedan soportar las presiones de millones de litros de agua sobre sus fatigadas estructuras, muchas de más de 100 metros de altura?
Los mensajes son simples: primero, estudiar los impactos ambientales de proyectos es como estudiar la primera movida en un tablero de ajedrez. Esta movida es solo la inicial. Un buen jugador debe estar siempre pensado lo que viene luego y estar preparado para eso.
Segundo, lo que importa es determinar el efecto acumulado de las intervenciones y disponer de un sistema de gestión permanente para lidiar con las interacciones que ocurren.
Tercero, es mejor prevenir que curar, y para ello es esencial que se asigne un prioridad mucho mayor al ordenamiento del uso del territorio, a la regionalización y sobre todo a la desconcentración urbana.
Cuarto, no olvidar que después del aire, el agua es lo más importante y que mejorar los sistemas de gestión del agua disponibles es mucho más saludable que recurrir a construir megaproyectos.
Los ingenieros por otro lado no somos magos y hechos para incrementar al infinito la oferta de agua. También sabemos gestionar las demandas si nos permiten hacerlo.
Axel C. Dourojeanni
Experto internacional en tema de recursos naturales y energía. Es ingeniero agrícola, actualmente es asesor en la Gestión Integrada de Recursos Hídricos de Fundación Chile. Es ingeniero con estudios de maestría y doctorado en la Colorado State University, especializado en gestión de recursos naturales y energía, así como en la conducción de programas y proyectos de desarrollo sustentable en zonas rurales. Fue Director de la División de Recursos Naturales e Infraestructura de Cepal, donde trabajó por 22 años. Ha asesorado la formulación de leyes y políticas sobre la administración de agua y otros recursos naturales en Perú, Brasil, México, Honduras, Chile, entre otros.
Sustraído de: http://www.americaeconomia.com/analisis-opinion/mega-demandas-de-agua-y-energia-mega-errores-y-megaproyectos-cual-es-el-limite#proxmin_a
Experto internacional en tema de recursos naturales y energía. Es ingeniero agrícola, actualmente es asesor en la Gestión Integrada de Recursos Hídricos de Fundación Chile. Es ingeniero con estudios de maestría y doctorado en la Colorado State University, especializado en gestión de recursos naturales y energía, así como en la conducción de programas y proyectos de desarrollo sustentable en zonas rurales. Fue Director de la División de Recursos Naturales e Infraestructura de Cepal, donde trabajó por 22 años. Ha asesorado la formulación de leyes y políticas sobre la administración de agua y otros recursos naturales en Perú, Brasil, México, Honduras, Chile, entre otros.
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