jueves, 22 de marzo de 2012

¡Cambiemos el modelo!


Emilio Sardi, El País, 20 de marzo de 2012 
En enero, nuestras exportaciones crecieron US $900 millones. De esta suma, 881 millones fueron por petróleo, mientras cayeron 8% las ventas al exterior del grupo de productos agropecuarios, alimentos y bebidas. El petróleo pasó de ser el 33% de nuestras exportaciones en 2010 al 40% en 2011, y en enero de 2012 creció 62% frente al 2011, para llegar al 45%. En ese mes, los combustibles y los productos de industrias extractivas llegaron al 70% de nuestras exportaciones. Y en los primeros 3 trimestres de 2011 la participación del petróleo y la actividad minera en el PIB llegó al 10,3% y fue la de mayor crecimiento. Con una producción de un millón de barriles diarios, es claro que somos un país petrolero.
Mientras tanto, Colombia, lejos de fortalecer actividades productivas distintas a las extractivas, como buen nuevo rico gasta sus nuevos ingresos en importaciones que van de lo inútil a lo dañino. Porque los Maseratis que tanto gustan a los amigos de la apertura poco daño hacen, pero ese no es el caso de la mayoría de lo que se importa. Así por ejemplo, los fabricantes de calzado reportan que en 2011 se importaron 12 millones de pares (4 veces lo de 2010) a menos de US $1 el par. ¿Qué esperanza de supervivencia tiene una industria que enfrenta la desleal competencia de productos subsidiados por países con tasas de cambio agresivamente competitivas o, peor aún, en muchos casos utilizados para blanquear dineros? ¿Y con el Banco de la República dedicado a destruir la competitividad nacional con sus locas tasas de interés?

Lo que está sucediendo es absurdo. Los nuevos ingresos se están destinando a atacar nuestra exigua capacidad productiva y no a generar los nuevos puestos de trabajo que el país necesita desesperadamente. Colombia se está convirtiendo en un país de comerciantes, pero apostados en los semáforos. La verdad es que es necesario replantear por completo el modelo económico que debemos usar para generar un crecimiento económico que sea de real beneficio común.
No debe seguir rigiendo el obsoleto modelo establecido por el nunca suficientemente lamentado gobierno de Gaviria, que tanto daño le ha causado y le sigue causando al país. Ese modelo, dedicado a enriquecer al sector financiero y a darles privilegios a los extranjeros, ha llevado a Colombia a mantener las más altas tasas de desempleo de la región, con el agravante de que el 62% de quienes aparecen trabajando sufren las penurias del subempleo. Esto antes de empezar a sufrir los daños que causarán los innumerables TLC que se están firmando siguiendo la guía del que se ‘negociara’ tan mal con EEUU.
El petróleo y los minerales, núcleo de nuestras exportaciones, no se bloquean en el comercio mundial. No es aceptable que, mientras el Finacial Times de Londres califica a Colombia como la nueva “estrella petrolera” de América Latina, sigamos arrodillados aceptando un perverso modelo económico que lo único que conduce es al mayor empobrecimiento de nuestra población. Nuestra nueva riqueza debe traducirse en beneficios para los colombianos en infraestructura, educación y salud, pero sobre todo, en generación de fuentes de trabajo. Por eso, las autoridades y los ciudadanos, empezando por los centros de pensamiento, deben aunar esfuerzos para definir un nuevo modelo económico que contribuya de verdad a un desarrollo nacional sostenible, social y económicamente equitativo.

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