sábado, 24 de septiembre de 2011

¿Será buena la pequeña y mediana minería?

Gearóid Ó. Loingsigh 


La llegada de muchas  multinacionales mineras a Colombia ha abierto un debate frente a los recursos naturales, la soberanía, el medio ambiente y el desarrollo económico.  En ese contexto, la oposición a las empresas mineras se ha caracterizado por una postura incoherente que podría resumirse  en la consigna:”No a la gran minería transnacional”, lo cual quiere decir sí a la pequeña y mediana minería nacional e inclusive a la gran minería nacional.
En el debate, muchas organizaciones han producido documentos o comunicados denunciando el peligro que corre el medio amiente y sobretodo el agua, pues se utilizan grandes cantidades de agua para procesar el oro; Anglogold Ashanti (AGA) utiliza un promedio de 12m3 por cada Onza Troy (31.1 gramos) producida. Si aplicamos el promedio  mundial de  AGA a la mina de la Colosa en Cajamarca, Tolima, vemos que esa mina puede estar usando el equivalente de consumo de casi 500.000 personas al año.
Empero, cuando se hace un enfoque sobre la pequeña y mediana minería, las voces ambientalistas callan y tampoco se habla de otros impactos negativos de la minería. Dicha perspectiva diferencia en las escalas la naturaleza misma de la explotación minera, ubicando cuestiones cuantitativas en el orden de lo cualitativo. Es como si por ser a pequeña escala no tiene impactos nefastos, cuando tiene los mismos impactos que la gran minería. El primer punto es que la denominación de “pequeña” minería es engañosa. El término se refiere a la escala de la explotación del individuo y no de la minería como tal en determinada región.
Para la muestra está el caso de una de las minas más infames del mundo: la mina de Sierra Pelada en Brasil, inmortalizada en las fotos de Salgado, muestran una escena dantesca que ni Hollywood logra igualar en sus producciones. La vida real de Serra Pelada era un infierno peor que la imaginación más febril de los guionistas de California. El asunto es que en Serra Pelada vivían y trabajaban entre 80.000 y 100.000 personas en los años ochenta, todos ellos pequeños mineros o garimpeiros como se conocen en Brasil. Aunque esta mina puede parecer excepcional por su tamaño, en el mundo hay entre 11.5 y 13 millones de pequeños mineros, de los cales entre 1.4 y 1.6 millones se encuentran en América Latina y el Caribe, sin mencionar regiones como Wassa West en Ghana donde trabajan actualmente casi 300.000 galamsey. Vale la pena anotar que en Colombia la minería no es una actividad dispersa, pues se encuentra concentrada en determinadas zonas que hacen de su existencia un problema más complejo. La mayoría de las grandes empresas ya procesan el oro con cianuro y no con mercurio. En el caso de los pequeños mineros no ocurre igual.
Muchos siguen utilizando el mercurio con todo lo que ello significa para el medio ambiente y la misma salud de los mineros y personas que viven cerca de las minas. Las grandes empresas quieren hacernos creer que el cianuro no es nocivo a largo plazo para el entorno natural. Muchas ONG y organizaciones sociales han desmontado este mito. Cuando los pequeños mineros hacen el cambio a cianuro como lo han hecho en el Sur de Bolívar, ¿acaso no contaminan ellos como lo hacen las grandes empresas? Sí lo hacen y lo que hay que mirar es el uso que hace el conjunto de mineros en una zona y no la producción individual. Si AGA utiliza 5 gramos de cianuro por cada onza producida, ¿cuánto utilizan los pequeños mineros colombianos? La respuesta es que no sabemos, nadie sabe. Sin embargo, por su bajo nivel técnico, lo más probable es que sea superior al promedio de AGA. Dicho de otro modo, contaminan y no menos que las multinacionales. Hace unos años la caída de varias canecas de cianuro, propiedad de pequeños mineros en el río Magdalena, casi causó una catástrofe en el afluente más importante de Colombia. De hecho, el gran apogeo minero de California en el siglo XIX era de pequeños y medianos mineros. Hoy día, esas minas, ya abandonadas siguen contaminando, produciendo drenaje ácido de minas y la lixiviación de metales pesados, in siglo y medio después.
El oro Verde
Otros hablan de una minería artesanal sin explicarnos qué significa esto. La única minería verdaderamente artesanal es la de batea en río, siempre y cuando no se agregue mercurio par aumentar la cantidad recogida. Aún así, los depósitos que dan lugar a la minería de aluvión escasean en el mundo y son cada vez menores. No es viable extraer grandes cantidades de oro con este método, Las comunidades y sus organizaciones apelan a la defensa y permanencia en el territorio. En eso tienen razón. Es cierto que la pequeña minería emplea a más personas que las grandes minas. Una mina grande a cielo abierto puede emplear a 500 personas y unas cuántas más contratistas. No todos los contratistas y ni siquiera los empleados son de la región. Muchos son traídos, como los ingenieros, los proveedores de maquinaría, los técnicos, etc. Expulsar a los pequeños y reemplazarlos con una empresa grande provoca una caída de empleo en las regiones. Hay que defender a las comunidades, pero ellas tienen que comprender que la minería no representa un futuro para ellas ni para el medio ambiente. Ni siquiera representa una salida económica a largo plazo.
 Primero, los dalos ambientales ocasionados, hace insostenible el desarrollo de alternativas económicas en las zonas mineras. El oro además es un recurso finito. Algún día se acabará y entonces ¿qué harán las comunidades? ¿de qué vivirán?. Como ocurre con la coca, la población se desplazará hacia otras zonas en busca de la siguiente bonanza, dejando atrás una tierra desolada. Los pueblos del apogeo de California se encuentran abandonados. Pero no tenemos que ir tan atrás en el tiempo ni tan lejos en la distancia. Como ya se dijo, Serra Pelada llegó a albergar 150.000 personas, hoy día se encuentra lleno de agua formando un lago contaminado que no sirve para nada. Las comunidades colombianas que realmente quieren permanecer en el territorio tendrán que buscar desde ya una alternativa a la minería de oro. Uno de los problemas que tienen es que no se vislumbra en la coyuntura actual una alternativa real. Como los cocaleros, ellos son un producto, precisamente, de la falta de oportunidades y alternativas de una salida individual de la pobreza, peso es sólo un espejismo. Las zonas auríferas del país son pobres. Después de 30 años de explotación de oro en el Sur de Bolívar, la región sigue sumergida en la pobreza con tasas altas de necesidades básicas insatisfechas.
Sin lugar a dudas eso se debe al abandono estatal, y es justamente ese abandono que obliga a los moradores de la región a dedicarse a la minería. El pequeño minero es síntoma de la pobreza y trata de arreglar su situación no solamente adentro de la lógica capitalistas, sino con las prácticas depredadoras del medio ambiente empleadas por la industria minera multinacional. Hay muchas actividades económicas que reflejan la realidad de capitalismo como es el trabajo infantil. Si éste se acabara, mañana muchas familias morirían de física hambre, por lo tanto no se puede pedir criminalizar a los padres sino luchar por salidas económicas que superen dicho fenómeno. El trabajo infantil, el cultivo de coca, la prostitución, etc., son actividades de personas y comunidades que no tienen más remedio. La defensa de esas personas no pasa por una defensa de su actividad económica como algo saludable para la sociedad, sino por una lucha contra la sociedad que lo produce. Así ocurre con la pequeña minería. La defensa de esas comunidades pasa por una lucha contra la minería de oro en sí. Hay 156.000 toneladas métricas de oro sobre la tierra en este momento. 104.000 toneladas han sido extraídas des e 2960. Eso nos garantiza la satisfacción de la demanda industrial del orto durante siglos. Ho hay ninguna necesidad de tumbar ni un árbol más para que el mundo tenga oro. Además de destructor del medio ambiente, la minería de oro, tanto grande como pequeña y mediana es una actividad superflua para la sociedad. La pequeña minería no es una solución frente a la grande, es complementaria a la grande.
Proponer que miles de mineros contaminando son preferibles a unas cuantas empresas contaminando, es un craso error que hace el juego a las multinacionales que en el Cauca, por ejemplo, ya están fomentando la pequeña minería, para crear realidades nuevas que favorezcan la entrada de las grandes. Tampoco es el caso que el pequeño y mediano minero sea reacio a llegar a acuerdos con el capital internacional. De hecho, ya más de uno ha entrado a negociar acuerdos con esas empresas. Como no hay minería de oro sin contaminación, la pequeña minería no puede ser la base de la defensa del medio amiente y del entorno socioeconómico de las comunidades. Se requiere una oposición a toda clase de minería de oro, que en el centro del debate, ponga soluciones sostenibles para las comunidades rurales, en el marco de una política integral que reconozca a la naturaleza y las demandas sociales, y no el interés privado, como el principio y el fin de la intervención en los territorios.

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