Estudio del DAS demuestra que la relación de esta práctica con la influencia de los grupos armados ilegales sigue en aumento. Recomiendan al Gobierno establecer mejores políticas para controlar el fenómeno.
La minería ilegal en el país debe convertirse en un asunto de Estado, para evitar su proliferación en el país. / Archivo
El 50% de las minas en el país son ilegales y muchas están dominadas
por grupos armados al margen de la ley. Por esto el DAS le sugirió al
Gobierno asumir la minería como asunto de Estado, “debido a que está
provocando graves consecuencias para el país en términos de seguridad,
economía, ambiente y estabilidad social”. Esta es la principal
conclusión de un informe que el organismo de inteligencia presentó el
pasado 28 de septiembre.
Según el estudio, que conoció El
Espectador, las Farc son las que más influencia ejercen en este sector,
con presencia en departamentos como Bolívar, Caquetá, Casanare, Cauca,
Guainía, Putumayo y Tolima. Las sigue el Eln, con presencia en Bolívar,
Nariño y Santander, y finalmente las bacrim, con dominio en Antioquia,
Córdoba, La Guajira y Valle del Cauca.
El mayor problema se
concentra en departamentos como Bolívar, Guainía, Risaralda, Tolima y
Valle. Entre los minerales más perseguidos está primero el oro, luego la
plata, el carbón, el coltán y la esmeralda. “El país enfrenta una
dinámica económica de gran impacto regional derivada de minería, la cual
tiene la potencialidad de convertirse en asunto de interés estratégico
para el desarrollo nacional”, agrega.
El informe hace un análisis
desde lo estratégico, lo ambiental y lo social de un problema que crece y
en pocos años, de no existir una política pública contundente, estará
fuera de control. Por eso, el organismo insiste en que el Gobierno debe
prestarle la debida atención.
Resalta que entre las dificultades
para diseñar una política pública para la minería está “la ausencia o
percepción difusa frente a que los recursos naturales constituyen un
bien estratégico y por tanto su protección debe ser tenida como un
asunto de interés nacional”, dice.
“Se debe establecer una
política que piense en el medio ambiente, en respetar la cultura de la
minería artesanal, en promover procesos de explotación sustentables que
generen recursos para las comunidades en zonas mineras y, de paso,
combata la ilegalidad y blinde esta actividad de la acción de los grupos
ilegales”.
Ilegalidad y minas
Detrás de la
minería ilegal hay todo un caldo de cultivo, en el que convergen las
necesidades de la gente y la ambición de los ilegales, alrededor de un
negocio rentable que ha atraído a los grupos armados ilegales a la
cadena de explotación y comercialización. A cambio de protección de los
mineros ilegales, buscan financiación para sus actividades. Para
reemplazar las prácticas tradicionales, para aumentar la producción, se
ha aumentado también el uso de maquinaria pesada, importada por “una
mafia que está dedicada a la venta de retroexcavadoras y dragas”.
La
combinación del narcotráfico, el lavado de activos, la extorsión
ejercida por grupos ilegales, han hecho más complejo y difícil el ataque
al fenómeno.
Hay situaciones como la de la costa pacífica
caucana, que es una de las zonas ambientales más importantes del país y
se ha visto afectada por la presencia de grupos delincuenciales
imponiendo la minería ilegal. Las comunidades negras han sido las más
afectadas, al ver cómo las Farc han intervenido en sus comunidades.
En
el Cauca, casos como el del municipio de Timbiquí y Santander de
Quilichao, son representativos. Allí hay presencia de las Farc y ‘Los
Rastrojos’, que se están enfrentando por dominar zonas donde operan la
maquinaria pesada para la minería. Allí, según el DAS, existen casi 70
retroexcavadoras. Incluso, señalan como responsables de esta situación a
los mandatarios permisivos y algunos con intereses económicos en la
explotación.
En Guainía, por ejemplo, la falta de empleo ha hecho
que muchos encuentren en esta actividad su sustento. La guerrilla domina
la zona y es la que establece el impuesto del 10% de la producción
diaria. Los mineros ilegales hacen acuerdos con las comunidades
indígenas para ejercer su actividad, a cambio de pagos con gramos de
oro. Junto a esto han proliferado las compraventas y las fundiciones.
Igual
sucede en Tolima, donde han aumentado las retroexcavadoras y las
dragas. Las Farc cobran el 10% de las ganancias diarias. Hay minas en
las que cobran una tarifa fija, como en Cañón San Romualdo, donde deben
pagar $30 millones como extorsión a la columna ‘Jacobo Prías’. El cierre
de las minas ilegales dejó a casi tres mil personas sin empleo.
En
el Valle del Cauca las que mandan son las bandas criminales. Han
obligado a los mineros artesanales a trabajar en sus minas. A los que
trabajan por su cuenta les cobran el 10% de las ganancias. Dicen que
detrás de esta actividad estaría alias Donaldo, narcotraficante y dueño
de las retroexcavadoras.
En el sur de Bolívar hay casi 100
retroexcavadoras. El Eln cobra por cada máquina y a los mineros. En
algunos casos establecen tarifas multimillonarias y en otros el 5% de la
producción. En Nariño se dio un fenómeno particular y es la alianza
entre las Farc, el Eln y narcotraficantes para explotar ilegalmente las
minas.
Todo este movimiento tiene una razón: en el país falta
control a la comercialización de productos mineros extraídos
ilegalmente, lo que genera circulación de efectivo para las actividades
terroristas y del narcotráfico. Además, la falta de control eficiente en
temas ambientales, legales y del uso de la maquinaria.
“En el
último semestre las autoridades han adelantado una fuerte ofensiva
contra la minería ilegal. Sin embargo, la explotación de estos recursos
naturales continúa y de no concretarse acciones contundentes para
neutralizarla, es posible que en los próximos años se dé un aumento
acelerado de la misma”.
El Espectador 4 de Octubre, 2011
El Espectador 4 de Octubre, 2011
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